Colegiada nº: CL05441

La soledad en nuestro tiempo

La soledad se ha convertido en una de las características más comunes de nuestra época, mucho más de lo que pensamos. A pesar de vivir en un mundo hiperconectado, millones de personas viven una desconexión emocional profunda y además este sentimiento es común en todas las edades: afecta tanto a niños y adolescentes como a adultos y personas mayores.

La soledad, además, está muy ligada al auge del individualismo y a esa promoción de valores como la independencia y la autosuficiencia que están muy bien pero si se entienden dentro de un contexto social.

Consecuencias de la soledad

En los últimos años, diversos estudios han señalado que la soledad no solo es un problema emocional, sino que también tiene consecuencias en nuestra condición física y psicológica. Según el Barómetro de la soledad no deseada de 2024, una de cada cinco personas en España padece soledad crónica, con una mayor incidencia en los mayores de 75 años.

Sin embargo, como decía antes, ésta no es algo exclusivo de la vejez. En realidad, cada etapa de la vida presenta su propia versión de este fenómeno, acentuado además por las características tan particulares de nuestra sociedad contemporánea.

La soledad en nuestro tiempo

La soledad en la infancia y adolescencia

Durante la infancia y la adolescencia, la soledad puede estar relacionada con dificultades para integrarse en grupos sociales, por el acoso escolar o por la presión para encajar en ciertos círculos.

En estas etapas, fundamentalmente en la adolescencia, las redes sociales desempeñan un papel cuanto menos paradójico, porque por un lado facilitan el contacto constante con otros, pero al mismo tiempo pueden aumentar la sensación de aislamiento emocional.

El vínculo con los iguales en esta etapa es fundamental no sólo a nivel emocional sino también para un desarrollo cognitivo óptimo y no tener relaciones significativas de calidad va a provocar desde tristeza y malestar hasta incluso pensamientos suicidas.

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La soledad en la etapa adulta

En la adultez, la soledad toma una forma diferente. La mayor parte del tiempo lo ocupa las responsabilidades laborales, familiares y personales, lo que reduce lógicamente las oportunidades de pasar tiempo con nuestros amigos y cultivar así nuestras relaciones sociales.

En ocasiones, incluso aquellas personas que más disfrutan de una vida llena de interacción social, a menudo manifiestan que les falta esa calidad emocional que las relaciones verdaderamente significativas aportan.

La soledad en la vejez

La vejez, por su parte, es la etapa más vulnerable a la soledad, por la presencia de factores que se ven claramente, como la pérdida de seres queridos, la jubilación y los achaques comunes a la edad, que favorecen el aislamiento.

Aunque se han desarrollado iniciativas para combatir esta problemática, como programas de voluntariado y actividades comunitarias, todavía queda mucho por hacer para cubrir las necesidades emocionales de esta población y es que es importante que como sociedad entendamos que antes o después nosotros también nos vamos a hacer ancianos (y ojalá, espérate) y entonces querremos el calor y el afecto de los que nos rodean, por lo que debemos empezar dando nosotros eso, para algún día poder recibirlo.

Auge del indivisualismo

No me cansaré de decir que el siglo XXI ha traído muchos avances y una mejora clara de nuestra calidad de vida, pero también hemos visto, entre otras cosas no tan positivas, una exaltación bestial del individualismo.

Nadie puede discutir que hoy en día más que nunca se busca alcanzar la autonomía personal y el éxito individual a veces por encima de todo, un “yo me valgo y me sobro”, pero al final esto es mentira porque a medida que priorizamos nuestras metas y nuestros logros e intereses particulares, los lazos con los demás se debilitan, provocando que las relaciones tiendan a ser más superficiales y que crezca esa tristeza y desamparado tan característico de la soledad.

La soledad en nuestro tiempo

Enfrentarse a la soledad

Si bien las circunstancias sociales del momento tienen un papel importante en la incidencia de la soledad, es ingenuo pensar que no podemos hacer nada al enfrentarnos a una situación de estas características, es decir, no podemos ignorar la responsabilidad individual de cada uno en la construcción de nuevas relaciones.

El problema fundamental que veo en consulta es que las personas que se sienten solas tienen que enfrentarse a la situación de conocer gente nueva y de tener que abrirse frente a un otro que no conocen, lo cuál implica el posible rechazo por parte de los demás, que a su vez podría hacer más firme en nosotros ese pensamiento a veces inconsciente de “¿Y si nadie me quiere querer?”, y eso da mucho miedo, y muchas veces se elige permanecer en la zona de confort (que de confort no tiene nada) a salir y arriesgarse a perder pero también a ganar.

Crear relaciones nuevas requiere esfuerzo, requiere compromiso y requiere de tiempo y por lo tanto de paciencia, y éstos son recursos que a menudo subestimamos pero que valen oro.

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