Colegiada nº: CL05441

¿Cuándo sería recomendable acudir al psicólogo?

Tomar la decisión de acudir a un psicólogo es un paso importante en el cuidado de tu salud mental. A menudo, las personas dudan sobre cuándo es el momento adecuado para buscar ayuda profesional.

Esta página está diseñada para guiarte en esa decisión, ofreciéndote una perspectiva sobre diversas situaciones en las que un psicólogo puede ser de gran ayuda.

Situaciones en las que es recomendable acudir al psicólogo

  • Sentimientos prolongados de tristeza o desesperanza

    Si te sientes constantemente triste, desmotivado o sin esperanza, puede ser un indicio de depresión.


  • Ansiedad excesiva

    La ansiedad que interfiere con tus actividades diarias es una señal de que debes buscar apoyo.

  • Dificultades en relaciones personales

    Problemas continuos en las relaciones con amigos, familiares o pareja pueden ser abordados efectivamente con terapia.


  • Cambios en el comportamiento o en los hábitos

    Cambios notables en tus hábitos de sueño, alimentación o en el comportamiento pueden indicar problemas subyacentes.


  • Experiencias traumáticas

    Si has vivido una experiencia traumática, como un accidente o un evento violento, es importante buscar apoyo.

  • Manejo del estrés y la ira

    Dificultades en el manejo del estrés y la ira pueden ser trabajadas con la ayuda de un profesional.


  • Problemas de autoestima y autoimagen

    La terapia puede ayudarte a mejorar tu autoestima y la percepción que tienes de ti mismo.

  • Adicciones o hábitos nocivos

    Si luchas contra una adicción o hábitos dañinos, un psicólogo puede ofrecerte herramientas para superarlos.

Casos reales

PAULA

Abogada de 45 años

Está casada desde hace 5 años y tiene dos hijos que le dan mucho trabajo, pero también muchas satisfacciones.

La relación con su marido es muy buena y tiene un grupo de amigos a los que ve con asiduidad. Sin embargo, una mañana de un día cualquiera, Paula se levanta de la cama sin aire, con una presión en el pecho y unas ganas de llorar incontrolables, y desde entonces no ha podido levantar cabeza.

Se siente decaída, tiene miedo a salir a la calle y no consigue trabajar ni disfrutar siquiera de sus hijos. Cuando su marido le pregunta a qué se debe su malestar, ella no sabe qué responderle. Es una tristeza que le nace de dentro, que emana de sí misma, que no tiene que ver con nada y con todo….

Se siente muy perdida, por lo que está pensando en llamar a un psicólogo…

MARCOS

Estudiante de 16 años

Vive con sus padres, su hermana Elisa (5 años más mayor) y su abuela. Marcos es un apasionado del mundo del motor, sobretodo de los coches de carreras.

Le gustaría estudiar alguna ingeniería y trabajar en la Fórmula 1 para alguna escudería. Siempre ha sacado muy buenas notas así que tiene esperanzas en poder cumplir su sueño y aunque sabe que aspira a lo más alto, los retos nunca le han dado miedo.

Hace unos días tuvieron que ingresar a su abuela por una infección y esta situación le afectó mucho. Estuvo muy preocupado por ella y aunque ahora ya que ha vuelto a casa y está recuperada, no deja de darle vueltas a la muerte…

¿Y si mi abuela se hubiese muerto? ¿Y si alguien cercano a mí le pasa algo? Poco a poco, este miedo ha ido incrementándose hasta llegar al punto de no dejarle dormir. No entiende cómo los demás pueden vivir sabiendo que antes o después ellos y los de su alrededor van a morir.

A Marcos le da mucha vergüenza hablar sobre ello con su familia o amigos por el qué dirán, pero finalmente ha decidido contárselo a Elisa porque tiene miedo de que estos pensamientos y ese bloqueo que está empezando a vivir con mucha ansiedad pueda interferir en su día a día, incluso en su futuro profesional….

– “¿Y si vas a un psicólogo?”- le pregunta Elisa.

MAMEN

Comercial de 60 años

Hace un año que su marido sufrió un ictus del que salió adelante, pero con ciertas secuelas físicas. Su hija Marta se ha quedado sin trabajo hace dos meses y sabe que lo está pasando mal.

Siente que desde hace un tiempo es ella la que tira emocionalmente de la familia, pero junto con el estrés del trabajo y lo poco que consigue dormir, Mamen no puede más.

Se siente agotada, necesita a alguien que la ayude, en quien apoyarse, un hombro sobre el que poder llorar, pero no tiene a nadie… su marido lo está pasando mal porque tiene medio cuerpo inmovilizado y Marta está deprimida porque no encuentra ningún trabajo… la necesitan al 100% pero ella siente que ahora sólo puede dar el 50%…

¿Qué puede hacer? No puede soportar la idea de no estar al pie del cañón para los suyos, y esto hace que aún pueda dar menos, que se sienta con menos fuerza, que sólo quiera meterse en la cama y no salir de casa en todo el día…

Quizás, un poco de ayuda profesional no le vendría mal.

Estos 3 casos son totalmente reales (excepto los nombres). Son casos de personas con vidas ordinarias que se encuentran en un momento en el que el nivel de malestar o sufrimiento se ha visto incrementado y no saben cómo hacer para que vuelva a sus niveles anteriores.

Como vemos en el primer caso, muchas veces ni siquiera encontramos una causa a la que podamos achacar el motivo de nuestro dolor. Nuestro cuerpo y nuestra mente nos envían señales de que algo está “mal” en nuestras vidas, pero cuando estudiamos detalladamente qué puede estar ocurriendo, no encontramos nada que parezca estar relacionado.

Pues bien, esto se debe a que muchas veces aquello que nos hace sufrir es difícil de gestionar y nuestra mente lo “esconde” para hacerlo más llevadero, pero siempre acaba asomando y convertido en sintomatología como ansiedad, estrés, depresión, angustia, cansancio…

¿Cuando debo acudir al psicólogo?

Sin embargo, en otras situaciones, sabemos perfectamente qué es aquello que nos ocasiona el sufrimiento, pero incluso tratando de poner remedio con todo nuestro ímpetu, no conseguimos eliminar ese estímulo estresor y es ahí cuando buscamos ayuda profesional. Y es que en ocasiones nos planteamos los problemas de manera incorrecta y esto hace que elijamos las herramientas incorrectas para solucionarlo. Otras veces tenemos las herramientas necesarias, pero no tenemos la fuerza suficiente para utilizarlas como debemos hacerlo y necesitamos a alguien externo que nos ayude.

Ir al psicólogo no es como ir al médico. Si tú tienes un tobillo roto, vayas al médico que vayas, te van a decir que tienes el tobillo roto y es más que probable que el procedimiento para curártelo sea igual o al menos muy parecido. Sin embargo, cuando lo que tratamos son sentimientos y emociones, no te vas a sentir igual trabajando con un psicólogo que con otro. Hay personas que desde la primera sesión se sienten muy a gusto con un psicólogo en concreto y otras que con la misma persona no volvieron a la segunda sesión porque no sintieron “conexión” con la persona que tenían enfrente. Por ello, si ya has estado en manos de un terapeuta y no te fue bien, no te rindas y busca a alguien con la que te sientas bien y con la que trabajes sin dificultades y a gusto.