¿En qué consiste la terapia?
El objetivo fundamental en esta consulta es abordar de manera eficaz las distintas problemáticas con las que se presenta el sujeto a la consulta, desarrollando una terapia individualizada cuyo resultado sea el alivio del sufrimiento con el que llega el paciente el primer día.
PRIMERA ENTREVISTA
En la primera entrevista realizo lo que se conoce como “anamnesis” o recogida de datos con el objetivo de tener una visión general del problema y así poder ir definiendo los siguientes pasos en la terapia. En esta primera valoración se estudiará también la necesidad o no de contar con otros profesionales como psiquiatras o neurólogos. El paciente tiene su tiempo y su espacio para explicar qué le lleva a consulta.
Esta primera entrevista es gratuita.
¿Cómo trabajaré contigo?
Los psicólogos trabajamos con un cuerpo teórico con el que nos manejamos en los devenires del mundo emocional. Un psicólogo no da (o al menos no debe dar) consejos porque no es nadie para darlos (¡faltaría más!) y porque lo que te sirve a ti no le sirve al de enfrente. No soy una “asesora emocional”, no te voy decir qué camino seguir ni cómo. Lo que sí vamos a hacer juntos es utilizar la palabra para que, con mi ayuda, puedas finalmente encontrar la solución, pero no cualquier solución: TU solución, la que sientas que te va a ayudar, la que se ajuste a ese hueco que ha dejado la pieza que habías perdido del puzzle de tu vida. En mi consulta, los pacientes vienen a trabajar su mejoría y su recuperación, porque si no trabajamos ambos, será imposible llegar a un terreno fértil. Sólo así el paciente se hace dueño y responsable de su proceso de curación y consigue con mi ayuda llegar a un lugar donde se siente cómodo de nuevo.
Muchos pacientes vienen a la consulta buscando una “palabra sanadora” que haga que desaparezcan sus síntomas y que puedan volver a retomar sus vidas en tiempo récord, como si los psicólogos fuéramos una especie de gurús que, poniendo la mano sobre la cabeza, curásemos cegueras e hiciéramos que los inválidos volviesen a andar. Pues bien, bromas aparte, es totalmente comprensible por dos motivos: el sufrimiento muchas veces interrumpe nuestro día a día de manera tan abrupta e intensa que buscamos a la desesperada una solución que mitigue el malestar cuanto antes; vivimos en un mundo donde la inmediatez es el resultado de un “click” en nuestro móvil y nos olvidamos de que hay determinados procesos, como los emocionales, que llevan su tiempo, y forzar la maquinaria puede hacer que incluso todo empeore. Si sufres la pérdida de un ser querido, a nadie se le ocurriría preguntarte a los dos días si ya lo tienes superado, ¿verdad? La duración de la terapia depende, pues, de la problemática de cada persona y de la implicación de cada sujeto.