Hoy no te voy a decir de qué hablamos sino que te voy a pedir que te imagines una situación: imagínate que logras un ascenso en el trabajo. Has trabajado duro, te has preparado, tienes las habilidades necesarias y, sin embargo, en lugar de sentirte satisfecho, sientes sin embargo que fue pura suerte, que en cualquier momento alguien se dará cuenta de que no estás a la altura y la ansiedad se apodera de ti hasta incluso tener que abandonar el trabajo.
Otra situación semejante pero en otro contexto: terminas una carrera universitaria con excelentes notas, pero sientes que no sabes lo suficiente y que solo aprobaste porque los profesores fueron demasiado benevolentes.
Si alguno se identifica con estas situaciones, puede ser que haya experimentado o esté experimentando el síndrome del impostor, que es un fenómeno psicológico en el que las personas, a pesar de sus logros y méritos, sienten que no son lo suficientemente competentes y temen ser «descubiertas» como fraudes.
Este síndrome no es un trastorno mental en sí mismo, pero puede generar altos niveles de ansiedad, estrés, baja autoestima y aislamiento social. Este término fue acuñado en 1978 por dos psicólogas que observaron que muchas mujeres exitosas atribuían sus logros a factores externos como la suerte, en lugar de reconocer que eran buenas en lo que hacían.
Aunque posteriormente se ha demostrado que también afecta a hombres, la incidencia es mayor en mujeres. Según un estudio publicado en el International Journal of Behavioral Science (revista de Psicología y Ciencias del Comportamiento), aproximadamente el 70% de las personas experimentan el síndrome del impostor en algún momento de sus vidas.
Este síndrome puede manifestarse en diversos ámbitos y afecta a profesionales, estudiantes, emprendedores etc, aunque de distintas maneras. Vamos a verlo:
El síndrome del impostor en profesionales
muchos trabajadores sienten que no están a la altura de las expectativas laborales cuando su trabajo muestra lo contrario, lo que puede llevarles a evitar asumir nuevos desafíos o responsabilidades por miedo a fracasar o ser «descubiertos» como incompetentes y estancarse en puestos bajos o medios cuando en realidad podrían aspirar a mucho más.
El síndrome del impostor en el ámbito académico
Especialmente en niveles superiores como la universidad, los estudiantes pueden dudar de sus habilidades y atribuir sus éxitos a factores externos como la manga ancha de los profesores o el factor suerte, lo que les puede generar ansiedad, estrés y lógicamente una disminución en el rendimiento académico.
En consulta es muy común que vengan estudiantes de carreras universitarias con niveles de ansiedad bestiales por sentirse “indignos” de los éxitos que han ido logrando, y así hacen de menos estos éxitos o directamente los atribuyen a diferentes causas excepto a su esfuerzo, y sí es cierto que es más común observarlo en mujeres que en hombres y es lógico si pensamos en los estereotipos de género que venimos interiorizando desde niños, es decir: el hombre debe ser competitivo, capaz y valeroso y la mujer debe mantenerse en la sombra apoyando al hombre en sus éxitos y cuidando de los de alrededor para favorecer al hombre que su camino esté lo más despejado posible.
El pensar que una tiene que demostrar más idoneidad y más aptitudes que el de al lado está directamente ligado al estrés laboral y al pensar que uno nunca consigue ser suficiente en aquel ámbito en el que trata destacar, a veces incluso cuando así lo está demostrando.
El síndrome del impostor en los emprendedores
También se ve bastante este fenómeno y es lógico porque los que deciden iniciar sus propios negocios enfrentan incertidumbres y desafíos constantes y el temor a no estar a la altura o a no ser lo suficientemente competentes puede impedirles darse cuenta de que los avances que van consiguiendo son consecuencia de su buen hacer.
Sin embargo, lo que pueden llegar a pensar es que en realidad están dando palos de ciego pero que están teniendo suerte y de ahí los buenos resultados. Al final, aquellas actividades donde hay más incertidumbre e inseguridad es terreno abonado para que el síndrome del impostor florezca.
¿Qué medidas tomar ante el síndrome del impostor?
El primer paso es reconocer y aceptar la presencia de estos sentimientos. Es importante entender que es una experiencia común y que no estás solo, porque va a aliviar parte de la carga emocional. Es esencial identificar y desafiar los pensamientos negativos.
También es muy importante compartir estos sentimientos con amigos, familiares o colegas de confianza porque pueden proporcionar otros puntos de vista externos y reducir así la sensación de aislamiento, es decir, hablar abiertamente sobre el síndrome del impostor puede desmitificarlo y ofrecer un apoyo emocional valioso.
Puede ayudar también fijar objetivos alcanzables y celebrar los logros, por pequeños que sean, porque refuerza la autoconfianza y eso hace que disminuya la autocrítica. Al final, reconocer el progreso que uno está realizando ya sea como estudiante o como profesional es fundamental para contrarrestar las dudas internas.
Hay una parte del síndrome del impostor que depende de las características particulares de cada uno, es decir, las personas más inseguras o que se mueven peor en los ya de por sí farragosos terrenos de la incertidumbre son más tendentes a experimentar este síndrome, por lo que habría que trabajar en las circunstancias del pasado que hayan podido promover esta forma de funcionar en el mundo y las circunstancias del presente que la estén sosteniendo y ese es el trabajo que se hace en consulta.